Kurt Cobain y Nirvana en la Valéncia de 1992: la ciudad que solo quería vivir en los ochenta

Mayo 16, 2022 0

¿Asomaron los años noventa en los Estados Unidos de América un 11 de enero de 1992 cuando Nirvana arrebató el número uno en ventas al totémico Michael Jackson?

 La noche que Nirvana actuó en la plaza de toros de Valencia, un jueves 2 de julio de 1992, con sólo 4.400 entradas vendidas, en un aforo dispuesto para 12.000 asistentes, la ciudad aún se aferraba a unos extenuantes años ochenta, que liquidó como tragedía retransmitida en directo un tiempo después.

El historiador británico Eric Hobsbawm resolvió en su obra 'La edad de los extremos: el corto siglo XX' que la pasada centuria fue tardía, comenzó en 1914 con la Primera Guerra Mundial y finalizó en 1991 con la desintegración de la Unión Soviética. Y es que el tiempo cronológico y el tiempo histórico no siempre se detienen en el mismo andén. ¿Acabó la música europea de los ochenta un 21 de julio de 1990 cuando Roger Waters, líder de Pink Floyd, tocó 'The Wall' en Postdamer Platz de Berlín junto a un muro en descomposición? ¿Asomaron los años noventa en los Estados Unidos de América un 11 de enero de 1992 cuando Nirvana arrebató el número uno en ventas al totémico Michael Jackson? Historiar sobre tiempos cercanos implica un ejercicio de equilibrismo entre las memorias individuales, las memorias transmitidas y los datos, fríos e inabarcables, que en ocasiones nos muestran una foto fija sobre la que deambular por aquella Valencia de hace treinta años.
Aún no marcaba el reloj las dos de la tarde, cuando el viernes 17 de octubre de 1986 Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, proclamaba aquel “... à la ville de Barcelona”. El año anterior, en 1985, Chicago abandonaba sus opciones para albergar la Exposición Universal brindando a Sevilla la sede única de la cita. En 1988, se elige la futura Capitalidad Europea de la Cultura Madrid-92. El destino manifiesto de la prosperidad española tenía una fecha en rojo: 1992, y Valencia no estaba invitada a esa fiesta. Jamás habría llegado puntual.

Ricard Pérez Casado, alcalde entre 1979 y 1989, proyectaba una ciudad con parámetros europeos. Un espacio habitable y verde, propicio para sobrevivir. Mientras, dos ejes musicales estratégicos alborotaban el territorio. En el litoral, la vieja carretera de El Saler irradiaba una modernidad cimentada en las catedrales sonoras contraculturales de la Ruta, nacidas bajo el auspicio de unos pocos. Al noreste, en el límite entre el asfalto y la huerta, en el barrio de Benimaclet, Pachá, inaugurada en diciembre de 1983, rebautizada después como Arena Auditorium y ampliada con un segundo espacio, Garage, en septiembre de 1986, albergaba directos internacionales y nacionales de bandas y solistas que presentaban discos hoy ya clásicos en la música popular contemporánea. Al frente de estas salas se encontraban los promotores del concierto de Nirvana. Napoleón Beltrán, como dueño, y Emilio Ruiz, el manager de contratación y programación desde 1985 a 1993.
 “El otoño de 1991 le hablé a Napoleón sobre Nirvana y la posibilidad de estar atentos para traerlos a Valencia. Contactamos con Roberto Grima, dueño de la promotora La Iguana Internacional y que hoy preside Live Nation España. Nos fuimos a Londres Napo, Roberto y yo. Grima cerró el contrató con el agente americano tras un concierto de Sebadoh. Nosotros, Arena Auditorium, éramos el promotor local. En el acuerdo también estaba Gamerco, la empresa de Gay Mercader, pionero del negocio desde los años 70”. Así cuenta Emilio Ruiz la intrahistoria empresarial sobre la contratación de Nirvana para su noche valenciana.

“Llegaron al aeropuerto de Manises desde Suecia, el míercoles 1 de julio, para estrenar su gira nacional y los llevamos al hotel Rey Don Jaime. En un Mercedes blanco, conducido por Victor Baxter de Los Inhumanos, se metieron Kurt Cobain y Courtney Love, en los otros coches Dave Grohl, Krist Novoselic y los escoceses Teenage Fanclub, que teloneaban a los americanos presentando 'Bandwagonesque'. El matrimonio no salió del hotel hasta la prueba de sonido. Courtney estaba embarazadísima y paseaba descalza por la arena del coso. Dave Grohl compró unos vinilos en Discos Harmony y se hizo con una videocámara en una tienda de fotografía del Pasaje Doctor Serra. Con aquella cámara se grabó el concierto desde la mesa del técnico de sonido, en un plano fijo. "Ahora está en Youtube”, añade el promotor. Sobre la estancia de los de Seattle en la ciudad se ha contado casi todo en los últimos treinta años, pero aún queda archivo fotográfico por revelar.
Metimos un tercio del aforo, 4.400 tickets vendidos, unas 5.000 personas en la plaza contando el taco de invitaciones que se quedaba la Diputación. El plan de publicidad fue la hostia, 10.000 carteles gigantes, miles de flyers, promo en radio y una lona enorme colgando de la plaza de toros con la portada de Nevermind anunciando el bolo. Yo no sé cuántos discos vendió Nevermind en su lanzamiento, a día de hoy llevan 30 millones, cuando salió debió vender varios millones, pero así estaba esta ciudad. Dos años antes, en 1989, The Cure estrenaban su álbum 'Disintegration', también en la plaza de toros, y llenamos el aforo, a partir de 1991 y, sobre todo, desde 1992 la Ruta del Bakalao se hizo masiva, cambió el rollo, las emisoras empezaron a programar otra música. Quizá esta ciudad no estaba preparada para un grupo como Nirvana, aunque en Madrid y Bilbao tampoco llenaron”, indica Emilio Ruiz. Desde los primeros años ochenta hasta 1991, la Ruta del Bakalao había mutado progresivamente de fenómeno underground local, ligado al nuevo pop británico y a la vanguardia electrónica, a un movimiento de masas perfectamente engrasado por los empresarios del ocio nocturno valenciano, en el que el sonido de calidad dejó de ser prioritario.
El relato mitificador de la época, justificado por el enorme impacto de Pachá, Arena y Garage en la cultura popular del momento, obvia que algunos de los grupos que pasaron por allí no siempre alcanzaron la asistencia esperada. “Más del 30% de lo programado fue un buen palmazo, arriesgábamos con grupos como Sonic Youth que vendieron 150 entradas. Garage, que era una sala más pequeña nos permitía tener un laboratorio donde verificar qué grupos congregaban más audiencia, cómo se manejaban estos en directo y hacia dónde podrían evolucionar para llevarlos a Arena, con más aforo. A partir de 1992 el sonido máquina de la Ruta se comió buena parte de un público potencial joven que hasta entonces acudía a nuestras sesiones de tarde a escuchar pop y rock. Eso acabó ahí”, explica el veterano programador. Valencia era ya el centro neurálgico estatal del baile espídico, hasta el amanecer y más allá, desde Barraca a Spook, pasando por Chocolate, Espiral, Acción o ACTV, entre otros clubes, aderezado con cocaína, éxtasis y speed. El bautizado como Sonido de Valencia irrumpe como etiqueta comercial y genera millones a repartir entre empresarios de la noche, djs y productores de maxisingles y discos recopilatorios.

“La primera vez que Simple Minds vinieron a Pachá acudieron 1.500 personas, y en 1986 reventaron el campo del Levante con 30.000 asistentes. ¿Por qué? 'Once Upon a Time' (1985) era un disco mediocre, pero sacaron el single 'Don't You (Forget About Me)' y sonaba a todas horas en cada bar y cada discoteca de Valencia. Y tampoco era un problema de gusto del valenciano medio por lo británico, porque Smithereens en 1987 y The Dream Syndicate en 1988 llenaron, por ejemplo. Quizá el problema fue que en los primeros años noventa no hubo un circuito de bares en la ciudad pinchando rock alternativo, porque eso no se bailaba. Nos adelantamos a la tendencia de la ciudad trayendo a Nirvana, y después llegaron los festivales y todo cambió. En julio de 1991 montamos el Valencia Festival en la plaza de toros, con Pixies, Happy Mondays y The Farm. Por la mañana cayeron los focos de la iluminación por un error en el montaje y tuvimos que suspender. Íbamos a hacer algo precursor, unos años antes del Festival Internacional de Benicàssim, con tres grupos en su apogeo, pero ahí se quedó. Y después, con el cambio de gobierno municipal ya no nos dejaron hacer algo similar”. Como relata Emilio Ruiz, en 1991, un año antes de que llegaran los fastos a Barcelona, Sevilla y Madrid, en Valencia entró a gobernar el Partido Popular con el apoyo de Unió Valenciana. Un nuevo viejo regionalismo había conquistado el cap i casal con Rita Barberá. Aquel traspaso de poder también fue considerado un punto de inflexión para la cultura valenciana.
En noviembre de 1992, cuatro meses tras la única visita de Nirvana a la ciudad y en pleno apogeo masivo de la Ruta, tres chicas adolescentes desaparecieron en Alcàsser, camino a una discoteca, y los focos mediáticos del país asediaron el territorio. El 27 de enero de 1993 aparecieron los cadáveres. Las audiencias de la televisión amarillista empujaron al reporterismo canónico por el camino de la alarma social, reflejando los excesos y la masificación del ocio rutero valenciano. La respuesta de las autoridades gubernamentales y de los cuerpos de seguridad consumaron el colapso. Valencia concluía el tiempo histórico de sus extensos años ochenta.  Fuente

El Becario

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